
Nuestro viaje para aprender más sobre la fe católica continúa. Esta serie especial invita a católicos de todas las edades a viajar a continentes y países de todo el mundo desde la comodidad del hogar o del aula, para inspirarse con las vibrantes celebraciones de la cultura católica que muestran las tradiciones únicas de la Iglesia. No se olvide de descargar Mi Pasaporte Católico para cada parada de su viaje. Añada un sello especial a las páginas de su pasaporte por cada viaje que realice en el blog de Sadlier Religion este año, incluyendo el Líbano y Etiopía. El artículo de hoy nos lleva a Perú en el mes de octubre para celebrar al Señor de los Milagros.

Cada octubre, las calles de Lima, Perú, se llenan de fieles católicos vestidos de morado, con velas encendidas en sus manos, cantando himnos a Cristo. Este es el Señor de los Milagros, una sagrada procesión católica y una tradición cultural que une al pueblo peruano con profunda devoción y admiración.
Para los catequistas y las familias católicas, esta celebración ofrece una maravillosa oportunidad para conectar a los niños con la Iglesia global e inspirarlos a vivir su fe con alegría y valentía.
En esta entrada del blog, aprenderá sobre la historia y el significado del Señor de los Milagros y por qué esta celebración es tan importante para los católicos. También exploraremos cómo se expresa la devoción a través de las procesiones y la oración, y qué puede enseñar esta celebración a los niños sobre la resiliencia, la comunidad y los milagros.
La historia del Señor de los Milagros comenzó en el año 1651, cuando un esclavo angoleño en Lima pintó una imagen de Cristo crucificado en la pared de adobe de una humilde vivienda en el barrio de Pachacamilla. La pintura no fue un encargo ni una obra particularmente grandiosa. Fue un simple acto de fe en tiempos de sufrimiento.
En 1655, un devastador terremoto sacudió Lima, destruyendo numerosos edificios. Sin embargo, el muro con la imagen de Cristo permaneció en pie. Esta milagrosa preservación desató una devoción generalizada. Durante las décadas siguientes, más terremotos azotaron Lima, y en cada uno de ellos la imagen resistió la destrucción. Los lugareños comenzaron a llamarlo "El Señor de los Milagros".
Para el siglo XVIII, la devoción se formalizó, con las primeras grandes procesiones públicas. Hoy en día, esta imagen es considerada uno de los símbolos religiosos más importantes del Perú, y las procesiones de octubre se encuentran entre las reuniones católicas más grandes del mundo.

La celebración principal del Señor de los Milagros se desarrolla a lo largo de octubre, y su momento culminante es la gran procesión de la sagrada imagen, llevada sobre una enorme plataforma de varias toneladas. Si uno se parara en una esquina de Lima en esa época, presenciaría un mar de púrpura, con miles de fieles vistiendo hábitos o túnicas moradas. El color púrpura simboliza la penitencia y la devoción.
Lenta y reverentemente, la imagen de Cristo crucificado, adornada con oro y flores, recorre la ciudad. Las familias se alinean en las calles, instalando altares decorados con cempasúchiles y esparciendo pétalos ante el paso de la imagen. Himnos de tristeza y alabanza llenan el aire, fundiéndose en un coro unánime. Muchos participantes optan por caminar descalzos, portar velas o hacer sacrificios personales como actos de profunda fe.
El ambiente es solemne y festivo a la vez. Los vendedores ambulantes ofrecen el tradicional turrón de Doña Pepa, un dulce con sabor a anís, ahora inseparablemente ligado a la festividad. Y esta devoción no se limita sólo a Perú: comunidades de todo el mundo, desde Nueva Jersey hasta Madrid, han llevado al Señor de los Milagros a sus propias calles, asegurando que la tradición siga viva incluso lejos de sus orígenes en Lima.
El Señor de los Milagros es una de las devociones católicas más importantes del Perú, venerada con gran reverencia durante todo el mes de octubre. A continuación, se presentan algunos puntos destacados de la celebración:
Teológicamente, la festividad se centra en el sufrimiento y el amor redentor de Cristo. Los niños que aprenden sobre el Señor de los Milagros pueden ser invitados a reflexionar sobre:
Para los católicos del Perú y del mundo, esta devoción es también un símbolo de unidad e identidad. La imagen fue pintada por un esclavo negro, aceptada por los pobres y ahora venerada por toda una nación. Habla de la naturaleza universal de la Iglesia: un solo cuerpo, múltiples culturas, unidos en Cristo.
Ya sea en la casa o en el aula, aquí tiene algunas maneras apropiadas a la edad para darle vida al Señor de los Milagros con los niños católicos.
De esta manera, los niños experimentan cómo se vive la fe católica en la vida cotidiana, a través del arte, la comida, las canciones y la comunidad.
Al incorporar devociones globales como la del Señor de los Milagros, los catequistas pueden mostrar a los niños cómo la fe es universal y está profundamente arraigada en las tradiciones locales.
El Señor de los Milagros es más que una procesión. Es un testimonio vivo de lo que sucede cuando la gente común confía en el poder de Dios. Desde la pintura de un hombre esclavizado hasta la devoción internacional de millones, la celebración recuerda a los católicos, jóvenes y mayores, que el amor de Dios es más fuerte que cualquier terremoto.
Al compartir esta devoción con los niños, transmitimos más que una tradición. Transmitimos una teología de resiliencia, identidad compartida y fe pública. Cuando sus hijos o estudiantes aprenden sobre esta celebración peruana, no solo están aprendiendo sobre otro país. Están descubriendo cuán vasto y hermoso es realmente el Cuerpo de Cristo.
No tiene que estar en Lima para unirse a la celebración. Ya sea a través del arte, la oración, el canto o la comida, su familia o su clase puede honrar al Señor de los Milagros de maneras que den vida a la fe.
Invite a los niños a reflexionar sobre esta pregunta: “Si caminara con Jesús por las calles, ¿qué cantaría, qué llevaría y a quién llevaría conmigo?”. Esa es la invitación de octubre: caminar con el Señor de los Milagros, no solo en procesión, sino con la fe de cada día.